28 ago 2011

Conexiones que desconectan.

Miradas bajas, silencio absoluto. Cada tanto alguien levanta la vista en busca de una mirada cómplice y vuelve a bajarla.
El sonido de la música que va al compás del de las teclas de ese aparato muy bueno para conocer los malos modales de la inmensa mayoría.
Mientras tanto, el contacto humano se dirige a la ruina.
Largas charlas, juegos y reflexiones grupales ya no son posibles, a menos que pasen a través de una pequeña pantalla.
Los que estamos afuera observamos y nos causa gracia ver sólo la parte superior de las cabezas. Aunque no tanta. Es frustrante. ¿No me estás escuchando, no?
Esa gran ventaja se convierte en su carcelero. No me extrañaría que en unos años (más bien pocos) empiecen a proliferar las clínicas de desintoxicación de móvil. No sería una mala idea.

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