9 oct 2011

Doña María

Doña maría sale a la calle a la misma hora de siempre, bien temprano. Lleva el mate en la mano y se sienta en la puerta de su casa. Habla hasta con las paredes, el problema es que ellas nunca le contestan.
Mira a la gente para ver si reconoce algún rostro pasajero, piensa en tiempos pasados, disfruta del mate compañero.
Nada más verla me hizo imaginar su historia: Algún hijo que ya no sabe de dónde vino, un marido ausente, un pasado imperfecto, pero nunca tan sola.
La viejita de la esquina tiene un saquito color uva, pañuelo y un camisón negro con florcitas que alguna vez fueron blancas.
Su casa es, por lejos, la más chica y deteriorada del barrio. Supongo que vive con menos de lo justo y ess filtración en el techo traidor dejó de ser su prioridad hace mucho tiempo.
Una tarde escuché a una mujer en el almacén diciendo que estaba loca hacía años. No me cabe el diagnóstico barrial. Creo que se refugió en sí para poder subsistir, que cada vez que mira a alguien espera una charla. Por lo menos la conversación trillada del tiempo podría alegrarle el día.
Pero, al contrario, se resigna, junta sus cosas y se mete a la casa.

En definitiva, los viejos suelen ser dejados atrás, como los almanaques y los cepillos de dientes.

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