28 ago 2013

Volver

Esta es una historia basada en un sueño, basado en una historia.




  Un día decidió volver a casa. Hacía años que no veía el barrio y todo parecía estar como lo había dejado.   Dobló por la esquina arrastrando la valija y castigándola en cada pozo. Una mezcla de nostalgia y apatía se apoderó de su mente cuando se encontró de frente con la puerta de pino blanca que tantas veces había sabido atravesar. Respiró profundo y abrió el picaporte.

  La imagen de dulce hogar que tenía en su cabeza era completamente distinta a la que sus ojos se negaban a ver. Una espesa capa de polvo cubría los muebles asesinados por el tiempo y las polillas.
  Subió por las escaleras que se quejaban a casa paso amenazando con ceder. Apartando telarañas, cruzó el pasillo hasta lo que alguna vez fué su habitación, su refugio, su caja de recuerdos. 
   Pero las fotos ya no adornaban la pared, la cama ya no era capaz de dar descanso a nadie y la ventana no brindaba mas vista que suciedad y manchas amarillas.
  Siguió recorriendo la casa con determinación, pisando vidrios rotos y sin cautela. Nada. Nadie.
  No se oían las peleas de sus hermanos, ni los gritos de su madre ni el tele prendido en el canal de deportes.   El silencio era ensordecedor.

   Antes de perder la cabeza por completo decidió salir a buscar una explicación. Recordó que era Sábado, día de partido. Abandonó sus pertenencias y corrió lo mas rápido que pudo hasta el club del barrio.
  Al cruzar el portón vió caras conocidas y el alivio se apoderó de su cuerpo. Disminuyó la marcha, no quería que su desesperación asuste a sus amigos. Reconoció la camiseta del equipo visitante, se estaba dispotando el clásico. Cancha llena.
  Subió las gradas y saludó a la fiel hinchada. Todos le devolvieron un frío “Hola” como quien saluda por respeto. Se había imaginado una recepción mas calurosa después de tanto tiempo de ausencia.
  Esperó diez minutos hasta la pitada final del arbitro y salió al encuentro de sus ex-compañeros, pero nadie recibió su abrazo y las miradas de extrañeza se le clavaron en la nuca.
  Dió media vuelta y vió irse a su equipo camino al vestuario, mirando de reojo y preguntándose por lo bajo sobre esa persona desconocida.

  Entonces se sintió ausente. Olvidó sus recuerdos y tapó sus imágenes. Observó a su alrededor y ya no reconocía nada, todo era extraño. Tenía que volver a casa pero, ¿Dónde estaba?.


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