8 may 2012

Bocanada

  Estiré el brazo buscándote. El vació fue respuesta y desaliento.
  Quise mitigar la oscuridad, vencer juntos una vez más al impune viento que traspasa por la noche las cortinas del cuarto. No hubo respuesta.

  Parece mentira después de tanto tiempo y tanta vida dejada atrás. Ni despedida hubo siquiera. Sólo el abandono impensado que, aún hoy, me tortura a estas horas.
  Extrañar es, casi a esta altura, el menor de los males. Me siento perdida sin tu presencia, sin tu perfume.

  Cambiaron mis hábitos, mis costumbres sagradas, rituales en los que nos entregábamos sin medir consecuencias.
  Aún recuerdo cuando nos escondíamos al principio, alejándonos de los que ignoraban nuestro vínculo.
Sólo nos mostrábamos algunas noches de fin de semana, mimetizados entre la turba adolescente. Aun así, nos sentíamos en falta al regresar al hogar y procurábamos conservar la relación bajo llave.

  Pasaron más de cuatro meses ya.
  Quiero dejar de quererte aún. Es un esfuerzo titánico, bien lo sabés. Abusándote, paseás frente a los flashes de la mano con otra que no sabe de privacidad. Tu boca despechada.

  Y yo te nombro tantas veces que te hago presente en la ausencia. Una actitud destinada más a dar lástima que a volver a encontrarte realmente. Aunque sé que estás en cualquier esquina a la espera de mis ruegos. No porque me necesites, sino porque me conocés perfectamente.

  Igual te confieso: No quise librarme de vos, no quiero olvidarte por siempre. Hicimos una pareja fantástica más de una vez y vencimos tantos obstáculos unidos que, ahora, comprendo cuán vulnerable me hice sin tu calor.

 El sueño por fin vence. Una vez más logré pasar otra jornada sin besarte.

No hay comentarios: