6 may 2012

Milagro

  ¿En qué creemos cuando no creemos en nada?
  Infinitas veces la gente ahoga sus penas hablando (por decirlo de alguna manera) con Dios. Pidiendo un consejo, inmolándose en busca del regocijo de la vida eterna, o simplemente agradeciendo por algún empleo que surgió como resultado de un hechizo voodoo.
  Ellos le pusieron nombre a estos actos divinos: Milagro.
  Es lo que esperan mientras invierten horas, días hablando con ese Supremo. Convencidos de que los escucha y anota cada uno de sus mandados.

  Pero lo único que yo puedo ver, es como le charlan al viento.
  No es que desee denotar una inteligencia superior denigrando al creyente, todo lo contrario. Moriría por tener algo en que refugiarme cuando la suerte parece haber hecho las valijas.
 Pero no puedo, porque no lo veo. Porque no lo creo.

  Entonces, ¿En quién sostenerme?
  ¿Amigos? Sí, a veces lo hago, o por lo menos lo intento. Pero ellos se encuentran en mi misma posición, ¿o no? En la misma posición que la familia, el psicólogo o el sacerdote de la iglesia de la esquina. Simples humanos, personas de carne y hueso. Incapaces de ver mas allá  de lo táctil y conocido.
  Podría buscar consuelo en algún cercano fallecido. En mi abuelo, mi tío, en Romi. Pero, ¿Qué pueden hacer ellos estando tres metros bajo tierra y con un corazón que no distribuye sangre? Y si lo hiciera, ¿No estarían en la misma posición que los amigos, la familia, el psicólogo o el sacerdote de la iglesia de la esquina?.

  Llego entonces a la conclusión de que al fin y al cabo, cada uno de nosotros estamos por nuestra cuenta. Cada uno de nosotros nos tenemos que cuidar nuestras propias espaldas, frentes y dorsales.
 Si, triste. Pero esa es mi creencia, mi religión. Habrá quienes la impugnen o la traten de vaga y desesperanzadora. Allá ellos. 
 Yo, por mi parte seguiré sacando el agua de mi bote averiado.
  Esperando mi "Milagro". 

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