“Pero qué onda nena, ¿A vos cuando estás
triste te salen pelusas en los ojos?” “Y si, ¿Qué querés que haga?”
Pelusas, hojas secas, retazos de tela que
sobraron de la cortina de la cocina. Una vez me salió una pelotita de pelotero,
perfectamente redonda, con olor a pata y a hamburguesa de McDonald’s.
Apenas salió el sol y ya estás otra vez
llorando. Increíble. No queda otra que volver a poner la pava en el fuego,
cambiar la yerba con gusto a nostalgia intrascendental y agregarle un poco de azúcar
a ver si endulza la mañana.
¿Cuáles
el precio que hay que pagar por la tranquilidad?
La vida
tiene que ser algo mas que la monotonía y estas ganas cotidianas de llorar. Es
que sabés, creo que a mi nunca me gustaron las montañas rusas.
Lo mismo ahora, que en el fondo la vida se me
escurre entre los pies como un charco de agua en las baldosas de la cocina y yo
solo mirando. Mirando y escribiendo en las comandas de pedidos, saboreando el
humo indescifrable de la rutina en el pucho amargo durante el descanso.
Pensar que decía, yo nací para esto. Nadie
nació para esto y ahora me ato sola a la pata de la cama con tal de escaparle a
la vorágine de tus ojos, a las ansias de movimiento y polvo de camino.
Claro, y ensima lo hago con la excusa de la
revolución. Patético.
¿Sabés que pasa? Para cambiar el mundo hay
que amarse mucho, muchísimo. Y no nos damos cuenta de que ya no importa el plan
perfecto si nos seguimos clavando agujas en los ojos los unos a los otros todas
las mañanas.
Solo me queda calzarme las alpargatas y
dejarme llevar por el viento del invierno escuchando Arbolito, luchando contra
mi propio adormecimiento, solo por seguir teniendo un poco de una sonrisa que
es una obra de arte.
Dejar de conformarme con el vino y el guiso
de lentejas, el cabeceo en la ducha, los mates y los bizcochos. Con el timbre a
las once de la noche, el chocolate y tu sonrisa.
Volver a treparme a los árboles, descalza.
Libre, linda. Muy loca, claro.
Luchar una vez más, de cara al sol. Con todos
por lo que es de todos. Siempre el mate listo en la mochila y que los libros me
acompañen.
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